El estudio de fertilidad requiere valorar todos los pasos necesarios para conseguir la gestación. En las últimas décadas, este estudio se ha simplificado mucho y se ha reducido el número de pruebas complementarias necesarias; aunque existen unas pocas pruebas que son indispensables, tanto en el hombre como en la mujer.
El estudio de fertilidad se inicia en la visita al Institut de Ginecologia i Reproducció, donde se establece el primer contacto con la ginecóloga especializada en medicina reproductiva.
En el caso de una pareja, se realiza una evaluación de la misma para intentar establecer el origen del problema y determinar las pruebas necesarias a realizar.
En el caso de una mujer sin pareja masculina se valora si existe algún factor, como la edad o antecedentes de cirugía ovárica… que nos obliga a profundizar en el estudio y nos determina la indicación de una u otra técnica.
En la primera visita, en base a una historia clínica detallada, se valoran los antecedentes personales y familiares, así como factores relacionados con el estilo de vida (hábitos tóxicos, ejercicio físico, sobrepeso, stress laboral…) que pueden influir en la fertilidad, y siempre se realiza un estudio ginecológico, que incluye exploración ginecológica y una ecografía vaginal.
Asimismo se solicita analítica sanguínea de ambos miembros de la pareja/paciente, y un estudio andrológico para evaluar la fertilidad masculina. Normalmente se suele realizar un seminograma, que es la prueba básica para analizar el estado de los espermatozoides.
En base a los resultados de estas pruebas iniciales, se decide el proceso diagnóstico, en qué aspectos conviene profundizar el estudio y se recomienda la técnica de reproducción asistida que mejor se ajusta a cada caso. El proceso diagnóstico no suele alargarse, y en 4-8 semanas se inicia el tratamiento de reproducción asistida.